Como es natural, las leyes, como las mujeres, están para violarlas. O para cambiarlas en función de nuestros intereses. No de los de usted. De los nuestros. Es decir, de los que mandan con las porras y las tijeras sueltas buscando lo mejor para la ciudadanía. Lo digo sin ánimo de ofender. Y mucho menos al género femenino, que sólo me produce admiración y respeto.
No se mal interpreten mis palabras y entiéndanse con el sentido de lo que quiero transmitir. Cuando hablo de que las mujeres, como las leyes, están para violarlas, estoy diciendo y dando a entender, en realidad, todo lo contrario de lo que digo. Salta a la vista al buen entendedor. Nada de polémicas ni de frases desafortunadas. Yo he tenido a mi cargo plantillas femeninas y nunca tuve ningún problema. Jamás se me ocurrió violar a ninguna...
La mujer debe ser admirada y respetada. Soy un señor que se inclina ante ellas. Por eso creo en la conducta preponderantemente masculina. Mi protectora expresión no es discriminatoria, lo cual no significa que las mujeres no tengan una mayor debilidad en sus capacidades. Es muy posible que más de una comparta este pensamiento, ya que la sumisión hacia el hombre es un valor positivo y una manera preferente de autorrealización femenina.
Repito. No se confunda usted. Ironice conmigo y diga que "las leyes y las mujeres están para violarlas". No es machismo ni caudillismo. Ahí está nuestro ejemplar Gobierno ideando lo mejorcito para la población a base de favorecer a las clases enriquecidas. Preservar la democracia es prioritario. Si hay que imponer un orden por la fuerza, se impone. El autoritarismo, dentro de la aparente pluralidad y de la división de poderes, es la mejor garantía para que la sociedad funcione.
La Carta Magna, al igual que la mujer, exige nuestro respeto y admiración sin perjuicio de violarla o de la involución social que disfrutamos. No es fraude de ley. Las leyes, ya saben, se cambian en función de nuestros intereses. No de los de usted. De los nuestros. Así de fácil.