Las cinco décadas que hay entre las películas El Pisito de Marco Ferreri y 5 metro cuadrados, con Antonio Tejero de protagonista, nos lleva a sacar a colación el congratulations fácil que hemos tenido los españoles con respecto a nuestro basamento económico. El filme de Max Lencke, que se acaba de estrenar, es una prueba palpitante para colegir que el asunto del dulce hogar permanece en España como problema. No de la misma manera en que lo calibró el guión de Azcona con el blanco y negro del inolvidable López Vázquez. La culpa ahora es de la enfermedad del sistema capitalista, mientras que en los cincuenta del siglo pasado la desgracia estaba en la mugre de la autarquía económica.
La pendiente de la prima de riesgo, la ausencia de crecimiento, los cinco millones de parados y el descrédito internacional traen la consiguiente crisis de autoestima, y tras de ella la pregunta regeneracionista y también noventayochista sobre la verdadera capacidad de España para resolver sus atrasos crónicos. Los gobiernos de Aznar y de Zapatero, con sus respectivas decisiones e inercias, han sido responsables de que lo único que podamos exportar ahora al mundo sea el perverso ladrillazo, y que nuestros científicos, nuestra educación, nuestros hospitales y nuestra cultura sean los grandes perjudicados del aquelarre.
En el proceso electoral que fulmina el voto de hoy ha salido a la luz dos modelos: Rubalcaba lanzó la propuesta de una moratoria para cumplir con las exigencias del merkelato. Rajoy, por su parte, cree que la contabilidad nacional tiene que cumplir y ha depositado su confianza en la idea de "recuperación nacional"; en la solidez del esfuerzo español para salir adelante ante las adversidades, fuesen las que fuesen; en el considerable sacrificio que están dispuesto a hacer los ciudadanos en la cruzada contra la prima de riesgo; en una serie de atributos nacionales que se han esfumado en la orgía del enriquecimiento; en la vuelta a la sencillez y austeridad de las viandas servidas humildemente en la mesa del mesón castellano...
El líder del PP ha creado una caracteriología sobre el espíritu al que se debe la ciudadanía para que Europa nos vuelva a tener respeto. Parece que volvemos a la cartografía del Cid Campeador, y a veces al esperpento de Ramón María del Valle-Inclán