Algunos amigos vienen cuando les da la gana, quiero decir, que no esperan regresar ni en navidad, ni en fechas más menos señaladas. Sole lleva viviendo bastantes años en Zurich, con Dani, su marido, que antes de marido fue viajero mundial y arreglaba pequeños electrodomésticos en un pequeño pueblo de Nueva Zelanda y se quedó de manitas arreglatodo durante dos años.
Cada vez que viene Sole, que Dani es menos pro murciano, tiene el sabroso gesto de traernos algunos vinos y algunos quesos. Así nuestro conocimiento de los vinos suizos va poco a poco ampliándose.
En casa les preparamos un recibimiento primaveral. Un gazpacho hecho por la gran maestra Marta, que se ha revelado últimamente una gazpachera de nivel, tanto que mis dos cachorros festejan con alabanzas inusitadas su sopa fría. La hemos acompañado con diversos crujientes naturales, judías salteadas, pepinillo, fresas, tomate. Un paté de conejo con una ensalada de piña y manzana, y una empanada/calzones.
Mientras se enfriaban los vinos viajeros hemos brindado con un fresquísimo Sauvignon Blanc borgoñón. Y luego hemos comenzado a viajar por las colinas del Valais suizo. El Humagne Blanche 2009 de las bodegas Ardévaz nos ha regalado aromas verdes, flores de tilo, una uva que se ha ido perdiendo durante el XIX pero que ahora comienza, por fortuna, a recuperarse y ofrece vinos ligeros, pero de una nariz fresca, sin complicaciones. Respirar un valle en primavera son sus sorbos.
El queso, un Vacherin fruburgués curado y con notas picantes, que nada tiene que ver con su familiar de pasta blanda Vacherin Mont D´or, nos ha llevado hasta las profundidades del saxo de Stan Getz. La noche se alargaba placidamente. Siempre acabamos amenazando con ir en Noviembre a la muestra de vinos que hay en el Lago Lemain. Flores, manzanas y valles verdes han sido esa noche el fondo de mis sueños.