Hay quién dice que internet ha fusilado nuestro derecho al olvido, que los buscadores nos impiden seguir con nuestro futuro sin arrastrar el pasado -vergonzoso o no- y sin recordar lo que alguna vez fuimos. Cuando el afectado es un ciudadano o la información publicada perjudica el proceso de reinserción social al que cualquier persona también tiene derecho, el debate se convierte en un círculo cerrado más cercano al ámbito moral. Pero cuando el ciudadano en cuestión aspira a ser el próximo presidente del Gobierno estatal los planteamientos cambian y si los buscadores no perdonan, los internautas tampoco.
No se olvidan de los “hilillos de plastilina del Prestige”, ni de las crisis que España no tenía, ni de que una de cada cinco personas vive en situación de pobreza en este país, ni de la Ley Sinde, ni de las mentiras y las cargas policiales contra el 15M, ni de la aprobación de la polémica Ley de Aborto, ni de la liberalización del suelo que propició la burbuja inmobiliaria, ni de los sueldos de los diputados, ni del pacto del Euro, ni de la investigación del 11M, ni de las ganancias de muchas empresas del Ibex35 que sólo benefician a paraísos fiscales, ni de la reforma constitucional que nunca se consultó a la ciudadanía.
La lista es interminable. Más de 7.000 tweets emitidos durante este jueves bajo la etiqueta #nomeolvido lo dejan claro, aquella antigua idea de que el pueblo sólo recuerda el último año de legislatura pierde toda su credibilidad cuando uno bucea por las heridas de la memoria política. En internet no valen los chantajes, los sobornos para acallar voces o la censura pactada, en la red cada ciudadano individual ejerce su libertad de expresión tal y cómo todos deberíamos tener derecho a ejercerla. Faltan cuatro días para saber quién será el próximo dirigente de este país y las advertencias son claras: “No nos importa quién sea el elegido, sabemos de dónde vienen”.